miércoles, 23 de mayo de 2012

En este país no cabe ni un tonto más

Publicado en La Crónica de León el 23 de mayo de 2012

Hace tiempo que ocurre, pero es cada día más acusado. En este país, si dices lo que piensas y se sale del pensamiento unánime del régimen, siempre aparece alguno de los tontos útiles que los partidos políticos tienen pegados a su aparato [léase organigrama para que no haya malos entendidos sexuales] y te señala con el dedo a la vez que te llama facha. Es curioso porque quienes lo hacen casi siempre son tipos y tipas que añoran aquella época en que serían comisarios políticos con mando plaza y látigo en mano para imponer el pensamiento único que tanto les gusta y que sí define perfectamente a los totalitaristas de uno u otro signo.

Después de tantos años todos sabemos de qué pie cojea cada cual y debo reconocer que me la trae al pairo saber lo que opinan de mí todos los lerdos, tiralevitas y mamalones que tienen el buenismo como la guía que les marca el camino hacia un horizonte que sólo existe en la cabeza de quienes llevan años sorbiéndoles el seso.

Quizás por eso se explica la deriva que lleva un país en el que no se puede llamar pan al pan, ni vino al vino, sin que venga un anormalillo a señalarte con el dedo porque no se debe llamar hijo de puta a alguien que prende fuego a una minusválida, porque quizás sea un inadaptado cuyo comportamiento es achacable a una sociedad que lo margina. Sea por eso o porque quienes nos mandan son incapaces de redactar ni aprobar las leyes que hagan que la justicia cumpla con su primera misión, que no es otra que ser justa y equitativa, la realidad es que cada día se hace más patente que vivimos en un país de bonitas fachadas que tapan unas viviendas destartaladas. Un país en el que los políticos se conforman con echar la culpa al de enfrente haciendo bueno aquello desde que se inventaron las disculpas se acabaron las responsabilidades.

Un país que fuera de nuestras fronteras nadie respeta porque, visto sin las gafas de culo de vaso que vienen adjuntas al Manual del Buenismo, resultará complicado de entender más allá de los pirineos o el Estrecho de Gibraltar que en una final de Copa todos piten al himno e insulten al jefe del Estado. Si el insultado hubiera sido el jugador negro de cualquiera de los dos equipos el árbitro podría parar el partido, pero si al que se pita es al príncipe no pasa nada. A fin de cuentas entre un negro y un príncipe, no hay color. Definitivamente, en este país no cabe ni un tonto más.

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