sábado, 21 de julio de 2012

Declaración de Espacio Protegido para el Bernesga



Reconozco que me ha costado bastante entender el concepto. Debo ser un poco bruto. Cada vez que pasaba por cualquiera de los puentes que tiene la ciudad de León y miraba hacia el Bernesga no comprendía la dejadez del Ayuntamiento de León, o de la administración a la que le corresponda el cuidado de los ríos, porque entre el Estado, la Junta, la Diputación, los consejos comarcales, los municipios y las pedanías lo único que saco en claro es que tocamos a tantos manguanes que mantener como mancos para trabajar.

Miraba el Bernesga a su paso por San Marcos y sólo era capaz de ver un bosque infranqueable del que temía que cualquier día saliera a toda velocidad un cocodrilo dispuesto a zamparse uno de los perros que los leoneses pasean por sus orillas, o a los piragüistas que siguen atreviéndose a palear de puente a puente sin temor a que les lleve una corriente inexistente. Y lo mismo si adonde echaba un vistazo era al río cerca de la plaza de toros.

Me ha costado entenderlo, pero al fin he visto la luz. Sólo veía una jungla sucia y desidia. La realidad es que León está esperando una declaración de Espacio Protegido para el Bernesga o, si hay suerte, hasta de Reserva de la Biosfera. Ha costado varios años de dejar crecer la maleza, pero al fin tenemos un ecosistema propio. Y los pueblos de la provincia llenos de necios. Unos inútiles que, en lugar de aprovechar el verano para tumbarse al sol de agosto, limpian los cauces de sus ríos para evitar que la primera crecida entre el agua para las bodegas de sus casas sin saber que en León las aguas jamás salen de sus cauces, y que la dejadez tiene unos beneficios indudables. Ni siquiera hay que pensar en el riesgo que tiene para la salud crear un hábitat perfecto para la colonización de las ratas, la única especie animal más dotada que el hombre [sin contar a los políticos de carrera] para la supervivencia. Todo sea por llegar a ser Espacio Protegido.

Lo reconozco. He sido muy bruto. Hasta me molestaba cada vez que al pedalear por el carril bici de la Palomera, frente al ambulatorio, los cardos que lo invaden dejaran su huella en mis brazos. Otro espacio para la diversidad. Un jardín de cactus. Con mucho menos han hecho un jardín de cactus en Lanzarote.

viernes, 13 de julio de 2012

Tanto robar para acabar pidiendo


Tanto despilfarro no podía tener otro final. Han sido décadas de robar a manos llenas; de pagar a mequetrefes a precio de licenciados; de contentar a cuñados, primos y demás petimetres que pululaban alrededor de los que manirrotos que mandaban; de poner las cajas de ahorro en manos de los más zoquetes del reino; de pagar a los sindicatos para que los más vagos de cada casa vivieran liberados a cuerpo de rey, trabajando menos que un político en paro; y de dar al dinero de todos el mismo valor que un beduino le da al sol que le alumbra cada mañana. Han sido años en los que se han engordaban administraciones a la misma velocidad que lo hacían las barrigas y carteras de sus gobernantes. Quinquenios en los que parecía que el cajón no tenía fondo y se podía meter la mano en él impunemente. Pero sí tenía, y de tanto sacar, al final la mano golpeó contra el fondo de madera. No quedaba nada que robar. Ni quedaba siquiera para pagar lo esencial. 

Y después de tantos años robando, todos estamos arruinados. Aunque nos neguemos a verlo. Y nos toca pagar a los tontos de siempre por los desmanes de los listos de carrera, que se escudan en Europa para esconder su ineptitud. Tijeretazos aquí y allá. Subidas del IVA que fomentarán el fraude, recortes en los salarios que retraerán el consumo... todo les vale con tal de que no se desmorone su castillo de naipes, ése chiringuito que han construido sin temor a las críticas del político de la otra acera porque los honrados que trabajan de verdad, que los hay y se ven desprestigiados por una inmensa mayoría, son rehenes de sus compañeros corruptos.

“Es triste tener que pedir, pero más triste es tener que robar”, grita el pedigüeño. Para el político también es triste pedir pero, en su caso, porque no le queda ya qué robar. Es muy fácil recortar al funcionario o al parado, pero se ahorraría más derribando el Senado y reduciendo un 90% los diputados. A fin de cuentas, si la culpa es de Europa y todo lo manda Sor Angela de Sajonia, bastaría con un secretario para que le haga los 'mandaos' y ahorrar el sueldo de los palmeros del Congreso, y hasta a la fenómena ésa de Castellón que gritó “que se jodan” todos los que como ella no son ‘hijos de’ y tienen que buscar un trabajo para comer.

El PSOE enfocó la nave hacia las rocas. El PP ha acelerado el barco. Viento en popa a toda vela. Si las ‘esperanzas blancas’ que quedan en una esquina del congreso son Cayo Lara, Rosa Díez y Toni Cantó, dan ganas de pedir la ciudadanía de Burkina Faso.

viernes, 6 de julio de 2012

León, ése lugar en el que nunca pasa nada



Ser mandamás en León es un lujo, el sueño de cualquier político. León es ese lugar en el que nunca pasa nada y si pasa, al que le corresponde evitarlo, le basta con encogerse de hombros y mirar al tendido con la misma fijeza con la que una vaca mira al tren.

León es un lugar idílico para el que tiene la responsabilidad de mandar, una tierra de caciques asentados en sus poltronas porque los que rodean a los mandamases no valen ni para mercachifles de tercera.

León se desangra y aunque la ganadería también va de mal en peor, cada día hay más vacas mirando al tren. Quizás se encierren en la caverna para revivir el mito de Platón y no ver todo lo que está perdiendo esta tierra; para no dejar caer una lágrima por cada empresa que cierra, o por cada decena de trabajadores que cae fulminado en los centenares de ERE que inundan la provincia; o para no ver lo que se cierne sobre esas cuencas mineras que se niegan a perecer tras el candado que echará el cierre a las minas, por mucho que se empeñen en hacer oír sus voces los mineros, sus familiares y hasta el último habitante de las comarcas que subsisten gracias al carbón.

Las minas cerrarán más temprano que tarde. Y entonces tampoco pasará nada. En el recuerdo quedarán los enfrentamientos entre mineros y Guardia Civil, políticos protagonizando gestos populistas de cara a la galería o hablando con la boca pequeña, no sea que se vayan a enfadar quienes les deben seguir surtiendo de la sopa boba que les da de comer.

Cuando León tienda al desierto y sea una tierra de jubilados sin nietos siquiera que pasear porque habrán tenido que emigrar rumbo a cualquier parte, habrá alguien que recordará con nostalgia aquel tiempo en que la minería era el ‘oro negro’ que daba de comer a miles de personas en León; que florecían unos polígonos industriales para entonces llenos de camiones abandonados y hierbajos ganando terreno al asfalto; y hasta que hubo equipos deportivos que, como el Baloncesto León, cayeron bajo el peso de la indiferencia de quienes podían hacer algo más que ver al tren alejarse en el horizonte. Entonces no valdrán los lamentos. Todos habrán perdido. Hasta los políticos. Sin rebaño no harán falta pastores. Será la única buena noticia, pero llegará demasiado tarde.