sábado, 18 de agosto de 2012

Y ahora quieren desfalcar las juntas vecinales



Por una vez, y dudo que sirva de precedente, estoy de acuerdo con Óscar López, uno de los que mandan en el PSOE, que será recordado para siempre por su ataque de amnesia en un mitin cuando, al glosar tres cosas importantísimas, se le olvidó una de ellas.

Como dirían las abuelas, si se le olvidó esa cosa tan importante será porque era mentira.

Al grano, que me disperso. El caso es que reconozco que me preocupa estar de acuerdo con el 'poli malo' de Rubalcaba, pero no le falta razón cuando critica que el Gobierno quiera desmantelar las juntas vecinales escudándose en un supuesto ahorro. Cualquiera que sepa cómo funciona una junta vecinal sabrá que la mayoría, lejos de ser deficitarias, tienen mucho dinero en sus cuentas corrientes.

Ocurre que a menudo los que mandan creen que somos tontos y nos creemos todo lo que cuenta el telediario. Si de verdad se quisiera ahorrar se podría mandar al asilo a los senadores y cerrar el Senado, la institución más inútil que existe al sur de Groenlandia se podría prohibir por ley que las comunidades autónomas abran 'embajadas' para mayor gloria del virrey de turno y hasta se podría reducir en un 90% el número de políticos en cada institución para que quedaran los suficientes para marcar las líneas generales del gobierno, y que las interpretaran los técnicos que existen en cada área, que ahora están para servir el café al que cree que sabe más que ellos.

Pero no somos tontos. Y por eso sabemos que el motivo real de intentar aniquilar las juntas vecinales es bien distinto al oficial.

La verdad de todo es que esas juntas tienen ingresos de cortas de leña, de explotaciones cinegéticas y son las mayores terratenientes de este país. Eliminarlas supondrá un ingreso magro para quien las absorba. Cegados por la llegada de un dinero fácil con el que tapar los agujeros de sus dispendios, nadie ha caído en la cuenta de que las juntas vecinales son las encargadas de adecentar caminos, acometer pequeñas obras y mantenerlo todo en buen estado. Si se cargan los concejos nadie se preocupará de unos pueblos dejados de la mano de Dios. Luego llegarán lamentos porque hay incendios, pero nadie se parará a pensar que quizás tenga algo que ver la situación de abandono de unos montes que, aun quemados, pueden servir para pagar favores. Todo sea por seguir sin apearse del machito.

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