domingo, 11 de noviembre de 2012

Hijos de Satanás y acólitos de Lucifer



Hay situaciones evidentes en las que distingues claramente a los seres despreciables. No hace falta mucha explicación para saber que si un profesor de Educación Infantil trafica con pornografía de niños que apenas levantan unos palmos del suelo, se trata de un ser despreciable que no merece nada mejor que pasar encerrado un fin de semana, con todos los gastos pagados, en una jaula de cuatro metros cuadrados con un par de osos polares que lleven dos semanas sin comer. Lo preocupante es que hay otros tipos despreciables a los que se demoniza mucho menos, y que siempre salen de rositas, pese a que son los grandes culpables de la quiebra del estado de bienestar del país.
Esta semana se han suicidado dos personas cuando fueron a desahuciarlas. Muertos por culpa de un ‘gualtrapa’ que en su banco le concedió el crédito que nunca debió darle. Suicidios por orden de la misma entidad financiera que paga a sus altos cargos, los inútiles que quebraron el sistema, indemnizaciones millonarias por despidos o jubilaciones. Cantidades desorbitadas que salen de los intereses de esos créditos regalados y que ahora asfixian a decenas de miles de españoles, que ven cómo les quitan la casa y mantienen una deuda que los arruina de por vida.
La culpa no es de los jueces, que bastante tienen con aplicar de una manera justa leyes decimonónicas o creadas por los otros ineptos contemporáneos que se sientan cuatro años en el Congreso y el Senado. Algo habrá que hacer. Yo no tengo ni idea de las medidas a tomar, pero para eso se supone que hay miríadas de políticos que cobran miles de euros mensuales que deberían servir para algo más que para colocarse a sí mismos. O se da el paso ya o se multiplicarán los suicidios, hasta que la costumbre los convierta en una noticia de cinco líneas en una esquina de una página secundaria de cualquier periódico.
Lo que sería bueno es no olvidar jamás que aquél a quien quitan su casa y queda arruinado es la víctima, y que los culpables son los gestores de las cajas, empezando por la que un día fue de aquí y ahora es el estercolero que no quieren en ninguna parte, que quizás tendrían que dar cuentas de qué demonios han hecho además de dejarse dinero a si mismos, gestionar jubilaciones millonarias y hasta echar a un alto cargo, indemnizarlo y después contratarlo de nuevo. Quizás, con todas las cartas encima de la mesa, seguiríamos distinguiendo quiénes son los hijos de Satanás, pero sabríamos ver a los acólitos de Lucifer.

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