sábado, 22 de diciembre de 2012

El ‘caganer’ y el espíritu de la Navidad



Lo reconozco. Tenía muchas esperanzas puestas en los mayas. 3.000 años esperando por el fin del mundo desde que lo predijeron los centroamericanos, que eran unos avanzados a su tiempo, y resulta que cuando llega el día, ni llueven meteoritos, ni se funden los polos, ni nada de nada.

No hay salvación. Llega la Navidad y con ella el espíritu navideño en estado puro. Esa especie de fiebre colectiva de cinismo descontrolado, que hace que todo el mundo tenga la Navidad en la boca de la mañana a la noche, y que te salude hasta ese garrulo que todos tenemos en nuestro trabajo o en la escalera de nuestra casa, que no saluda nunca porque se debió perder todas las clases de educación, al llegar estas fechas tan entrañables que diría el suegro de Urdangarín, te regala un sonoro “Feliz Navidad”. 
Son días, en definitiva, para correr el riesgo de morir envenenado por la bilis que te provoca que quien te pone verde todo el año te sonría como si fuera memo.

Como diría el gran Fernando Fernán Gómez: “A la mierda”. Un ‘caganer’, ése es el verdadero espíritu de la Navidad. No hay mejor manera de reírse de todos los que impostan un comportamiento más falso que un político en campaña electoral, que colocarles un ‘caganer’ a la puerta de un portal de Belén, en el que ya no caben ni la mula y el buey porque el pastor alemán que guía el rebaño de la Iglesia ha decidido que no había animalitos en el pesebre.

Llega la Navidad y, hasta para quienes añoramos una máquina del tiempo que nos transporte al 8 de enero, es inevitable que el final del año echemos la vista atrás para hacer balance de 366 días para olvidar. Es el momento de ver que casi todo está peor que cuando el ‘caganer’ ponía cara de estreñido en 2011 y que las esperanzas de que las cosas mejoren son tan pequeñas como el sentido común de quienes llevan tres años augurando el final de una crisis que ellos mismos han provocado y que azota a todos menos a ellos.

Es el mal de los políticos que no pisan la calle y de los directivos de las empresas que, a base de cobrar sueldos de 5.000 euros, acaban sin entender que quienes no son ni ‘mileuristas’ cada vez llegan peor a fin de mes y que apenas tienen para pasar esta Navidad tan luminosa. Para todos ellos me pongo en cuclillas y me ofrezco a ser su ‘caganer’ particular. Será un auténtico placer.

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